
La soledad es una invitación
El modo de vida cristiano no nos libra de la soledad; la protege y la cuida como un precioso don.
A veces parece que hacemos todo lo posible para evitar la dolorosa confrontación con nuestra soledad humana básica, y nos dejamos atrapar por falsos dioses que nos prometen una satisfacción inmediata y un alivio rápido. Pero quizá la dolorosa percepción de la soledad sea una invitación a trascender nuestras limitaciones y mirar más allá de las fronteras de nuestra existencia. Percibir nuestra soledad puede ser un don que debemos proteger y conservar, porque nuestra soledad nos revela un vacío interior que puede ser destructivo cuando es mal comprendido, pero lleno de promesas para aquellos capaces de soportar su dulce tormento.
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