Creo que apenas hemos dedicado tiempo a pensar en las inmensas implicaciones del misterio de la encarnación. ¿Dónde está Dios? Dios está allí donde somos débiles, vulnerables, pequeños y dependientes. Dios está donde están los pobres, los hambrientos, los discapacitados, los enfermos mentales, los ancianos, los indefensos. ¿Cómo podemos llegar a conocer a Dios cuando estamos centrados en otras cosas, en nuestro éxito, en nuestra influencia y en nuestro poder? Cada vez creo más que nuestra fe dependerá de nuestra disposición a ir donde está el anonadamiento, la soledad y la necesidad humana […] Todos nosotros tratamos muy seriamente de vivir y crecer en esta creencia, y por medio de la amistad podemos apoyarnos unos a otros. Soy consciente de que la única manera que tenemos de seguir bien en medio de los numerosos «mundos» es permanecer cerca del niño pequeño y vulnerable que vive en nuestro corazón y en cada ser humano. Con frecuencia olvidamos que el Cristo niño está en nuestro interior. Cuando lo descubrimos, podemos alegrarnos de verdad.