
Recrear la presencia de Dios
Todas las obras cristianas –ya sea visitar al enfermo, alimentar al hambriento, vestir al desnudo o trabajar por una sociedad más justa y pacífica– son una manifestación de la solidaridad humana que se nos revela en la casa de Dios. No es un impaciente esfuerzo humano por crear un nuevo mundo. Es una expresión confiada en la verdad de que la muerte, el mal y la destrucción han sido superados en Cristo. No es un temeroso intento de restaurar un orden roto. Es una afirmación gozosa de que todo orden ha sido ya restaurado en Cristo. No es un agitado intento de unir a gente desunida, sino la celebración de una unidad ya lograda. Esta acción no es activismo. Un activista quiere curar, restaurar, redimir y recrear, pero quienes actúan en la casa de Dios señalan con sus actos la curación, restauración, redención y recreación de la presencia de Dios.
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