Te han hecho daño de muchas maneras. Cuanto más te abras para curarte, más capaz serás de descubrir lo profundas que son tus heridas […] El gran desafío es superar tus heridas en lugar de pensar en ellas. Es mejor llorar que preocuparse; es mejor sentir profundamente tus heridas que entenderlas; es mejor dejar que entren en tu silencio que hablar de ellas. La opción a la que te enfrentas constantemente es si estás llevando tus heridas a tu mente o a tu corazón. En tu cabeza puedes analizarlas, hallar sus causas y consecuencias, y acuñar palabras para hablar y escribir sobre ellas. Pero de esa fuente no es posible que provenga una curación definitiva. Tienes que dejar que tus heridas bajen a tu corazón. Entonces podrás superarlas y descubrirás que no pueden destruirte. Tu corazón es más grande que tus heridas.
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