¿Envejecer es ir hacia la oscuridad o hacia la luz? Nadie tiene la última palabra sobre ello, ya que la respuesta solo puede surgir del centro más íntimo de nuestro ser. Nadie puede decidir por otra persona cómo ha de ser o debería ser su proceso de envejecimiento. Es parte de la grandeza del ser humano el hecho de que el significado de su existencia escapa a los poderes de cálculo y predicciones. Finalmente, solo puede descubrirse y afirmarse en la libertad del corazón. Ahí es donde somos capaces de decidir entre segregación y unidad, entre desolación y esperanza, entre pérdida del yo y un enfoque nuevo y recreador. Todos hemos de envejecer y morir, pero esta información no tiene un rumbo intrínseco. Puede ser destructiva o creadora, opresiva o liberadora.