Esta mañana, Jonas y yo hemos leído en el evangelio las palabras de Jesús: «Si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el alatar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda» (Mt 5,23-24) […] Mientras medito las palabras de Jesús, sé que debo desprenderme de todas las emociones y pensamientos que dividen para poder así experimentar una verdadera paz con todas las gentes de Dios. Esto implica una disposición sin trabas a perdonar y a liberarme de viejos miedos, amarguras, resentimientos, ira y lujuria, y encontrar por fin la reconciliación.
De este modo puedo ser un verdadero pacificador. Mi paz interior puede ser una fuente de paz para todo aquel que conozca. Y entonces puedo hacer ofrendas en el altar de Dios como testimonio de esa paz con mis hermanos y hermanas.
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