La retirada del hombre [para la meditación] es un proceso doloroso y solitario, porque nos hace enfrentarnos a nuestra condición en toda su miseria y en toda su belleza. Pero cuando no nos da miedo entrar en lo más íntimo de nuestro ser y concentrarnos en las inquietudes de nuestra alma, nos damos cuenta de que estar vivo significa ser amado. Esta experiencia nos dice que somos capaces de amar porque hemos nacido del amor; que podemos dar porque nuestra vida es un don, y que podemos liberar a los demás porque hemos sido liberados por aquel cuyo corazón es más grande que el nuestro.

Y, cuando hemos encontrado los pilares de nuestra vida en nuestro interior, somos libres de dejar que los demás entren en el espacio creado para ellos y bailen su propia danza, entonen su propia canción y hablen su propia lengua sin ningún miedo. Entonces nuestra presencia deja de ser amenazadora y exigente y es acogedora y liberadora.