La amistad requiere una constante disposición para perdonarse mutuamente por no ser Cristo y un deseo de pedir al mismo Cristo que sea el verdadero centro de la amistad. Cuando Cristo no media en una relación, esta se vuelve exigente, manipuladora, opresiva, escenario para muchas formas de rechazo. Una amistad sin mediación no puede durar mucho tiempo; simplemente esperas demasiado del otro y no puedes ofrecerle el espacio que necesita para crecer. La amistad precisa cercanía, afecto, apoyo y estímulo recíproco, pero también distancia, espacio para crecer, libertad para ser diferente y soledad. Para cultivar ambos aspectos de una relación debemos experimentar una afirmación más duradera que la que cualquier relación humana es capaz de ofrecer.