La soledad y el silencio nunca pueden separarse de la llamada a la constante oración. Si la soledad fuera primordialmente una evasión de un trabajo absorbente, y el silencio fuera primordialmente una evasión de un lugar bullicioso, podrían convertirse fácilmente en formas de ascetismo egocéntricas. Pero la soledad y el silencio son para la oración. Los Padres del desierto no pensaron en la soledad como en estar solos, sino en estar a solas con Dios. No identificaron el silencio con la ausencia de palabras, sino con la escucha de Dios. La soledad y el silencio son el contexto en el que se practica la oración.