La verdad esencial de tu identidad
Jesús murió bien porque sabía que iba hacia Dios y que pronto iba a enviar su Espíritu de amor a sus amigos. «Os conviene que yo me vaya –dijo–, porque, si no me voy, no vendrá a vosotros mi Espíritu, que os llevará a la plena comunión, a la plena verdad, al pleno compromiso». Con ese Espíritu Santo sabía que sus amados apóstoles tendrían mejores y más felices vidas.
Esta idea no es solo sobre Jesús. Es también sobre ti y sobre mí. Jesús vino a compartir su identidad con vosotros y a deciros que sois los hijos e hijas amados de Dios. Intenta entrar, solo durante un instante, en ese enorme misterio de que tú, igual que Jesús, eres la hija amada o el hijo amado de Dios. Esta es la verdad. Además, eres amado desde antes de nacer. Eras el amado antes de que tu padre, tu madre, tu hermano, tu hermana o la Iglesia te amaran o te hicieran daño. Eres el amado porque perteneces a Dios por toda la eternidad.
Dios te amó antes de que tú nacieras, y Dios te amará después de que mueras. En la Escritura, Dios dice: «Con amor eterno te amé». Esta es una verdad fundamental de tu identidad. Esto es quien eres, lo sientas así o no. Perteneces a Dios por toda la eternidad. La vida es tan solo una breve oportunidad de decir tú también, durante unos pocos años: «Yo también te amo».
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