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Celebrar es, en primer lugar, afirmar plenamente nuestra situación actual. Decimos con plena conciencia: somos, estamos aquí, estamos ahora, y que así sea. Solo podemos celebrar cuando estamos presentes en el presente. Si hay algo que sabemos con claridad, es que tenemos en gran medida la capacidad de vivir en el presente. Muchas denominadas celebraciones no son sino un momento doloroso entre previas preparaciones aburridas y posteriores conversaciones tediosas. Solo podemos celebrar si hay presente algo que pueda celebrarse. No podemos celebrar la Navidad cuando no ha nacido nada nuevo aquí y ahora; no podemos celebrar la Pascua cuando no se hace visible una nueva vida; no podemos celebrar Pentecostés cuando no hay ningún Espíritu que celebrar. La celebración es el reconocimiento de que hay algo ahí que debe hacerse visible para que todos podamos decirle que sí.