El gran secreto de la vida espiritual, la vida de los hijos e hijas amados de Dios, es que todo lo que vivimos, ya sea la alegría o la tristeza, el gozo o la pena, la salud o la enfermedad, pueden formar parte de nuestro camino hacia la plena realización de nuestra humanidad. No es difícil decirnos mutuamente: «Todo lo que es bueno y hermoso nos lleva a la gloria de los hijos de Dios». Pero es muy duro decir: «¿No sabes que todos tenemos que sufrir para así entrar en nuestra gloria?». Sin embargo, la verdadera preocupación por los demás significa que estamos dispuestos a ayudarnos unos a otros para convertir nuestro anonadamiento en la entrada al gozo.